Si buscas en Google “cómo ser feliz” encontrarás un chingo de links con “tips”, “consejos”, “hábitos que debes dejar” y más cosas por el estilo que te dicen qué hacer para alcanzar la mentada felicidad.
Foto: elitepsicologos.es
De Te vas a morir | Por Mariana Valenzuela
Si estás buscando una guía en ese sentido, este post definitivamente no es para ti.
Afirmar que existe alguna fórmula para ser feliz sería echar una gran mentira e implicaría jurar que tenemos la verdad absoluta sobre el tema, y no es así. Ni en este blog ni en otro te dirán la verdad al jurar que tienen “la receta para la felicidad”. ¿Por qué? Porque decir que hay una manera universal para ser feliz, es como pretender meter a todos en el mismo molde para que una sola fórmula aplicara para todos por igual. Y que yo sepa, ni tú te pareces a mí, ni el vecino es como tú, ni yo soy como alguien más. Por eso no entiendo el pinche afán de meternos en el mismo molde.
Como no soy Psicóloga ni experta en esto de la felicidad, me puse a investigar a fondo. Por las búsquedas en Google y la forma en que está escrito el contenido sobre ser feliz (a modo de guía, como si no pudiéramos lograrlo por nosotros mismos sin tener que seguir una serie de pasos que los demás nos dicen que son los correctos), me di cuenta que “cómo ser feliz” es un cuestionamiento muy común en estos tiempos.
En los últimos años, con el boom de la Psicología Positiva y la búsqueda de desarrollo personal, este concepto está siendo muy estudiado, pero no es novedad. De una forma u otra, la felicidad siempre ha estado en el centro de la filosofía.
O sea que para alcanzar la plenitud, según quienes piensan de esta forma, es necesario plantearnos metas (yo prefiero llamarles “preferencias” que metas, porque las metas son efímeras y sólo nos distraen del presente), y sólo al realizarlas nos sentiremos plenos y felices.
La felicidad significa valerse por sí mismo y esa autonomía se alcanza teniendo una vida sencilla basada en la razón.
Esta idea plantea que en vez de dejarnos llevar por el pinche drama de nuestras emociones, nos basemos en la razón y veamos las cosas de la forma más objetiva posible. Básicamente: más cabeza, menos corazón.
El nivel de felicidad se basa en disfrutar el placer y evitar sufrimiento físico y emocional.
La lógica de quienes piensan de esta forma es sencilla: si algo te hace sentir mal física o emocionalmente, te quita felicidad. Y si algo te encanta y te provoca placer en cualquier sentido, eso te hace más feliz y por lo tanto lo debes procurar, y eliminar de tu vida lo que te provoca sufrimiento.
Después llegaron los racionalistas diciendo que la felicidad se alcanza comprendiendo el mundo que nos rodea, para así poder adaptarnos a la realidad.
A ellos les siguieron los del “Nuevo Pensamiento”, quienes decían que ser feliz es una decisión que radica en aceptar de manera consciente nuestra condición de vida y no negar nuestro pasado.
La cosa no termina ahí. Luego llegó a quien conocieron como “El hombre más feliz del mundo” tras estudiar su cerebro en una universidad de Estados Unidos, y dijo que para alcanzar la felicidad auténtica viene de ayudar al prójimo y aceptar nuestro presente, y que debemos enfocarnos en nuestro interior y no en el exterior. Gandhi pensaba parecido. Para él “felicidad es cuando lo que piensas, lo que dices y lo que haces, está en armonía”.
Y para otros, la felicidad simplemente no existe o es sólo la pinche respuesta bioquímica de nuestro cerebro ante lo que nos hace sentir bien.
Es más: resulta que hay una fórmula matemática para determinar qué tan felices somos. Se le llama “El Bienestar Subjetivo” (en inglés se le conoce como SWB). Esta fórmula dice lo siguiente:
Hay varias posibles actitudes según la forma de interpretar esa fórmula:
Si me preguntas a mí, es ese 40% el que tiene más valor y sobre el que vale la pena enfocarse. No le veo el caso a desgastarnos tratando de cambiar cosas externas, ni de culpar nuestra infelicidad a los genes que traemos.
Creo que la felicidad va mucho más allá de cualquier definición que podamos encontrar. Es algo muy personal que varía según la historia de vida de cada persona, sus sueños, sus traumas, sus amores y más. No lo veo como una verdad absoluta, sino como algo que cada quien persigue, muy a su manera, a su tiempo y a su ritmo.
Yo veo la felicidad como ese “algo” que nos inspira a estar bien conmigo, a sacarle provecho a la vida, a disfrutar las cosas chingonas y a aprender de lo que no sale como se esperaba.
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