La pandemia generó un alto impacto en los negocios más pequeños y más informales, que también requieren ayuda estatal.
De Portafolio | Por Francisco Miranda Hamburguer - Director de Portafolio
Cuando se habla del impacto generalizado y transversal que la pandemia ha infligido en la economía, se suele pasar por encima los negocios más pequeños y los de cuenta propia.
La más reciente encuesta de micronegocios, que publicó el Dane, es una útil panorámica sobre los efectos de la crisis económica sobre los trabajadores de cuenta propia y las unidades económicas de entre 2 y 10 personas.
La revisión de estos datos no es caprichoso. Una parte importante de la actividad económica del país, en el campo y en las ciudades, se desarrolla en esos niveles micro. De hecho, de acuerdo al ente estadístico el 67, 7 por ciento de los ocupados en el país trabajan en empresas de máximo 10 personas.
Conocer mejor desde el Estado las dinámicas, las estadísticas básicas y los comportamientos de los emprendimientos de mínimo tamaño ayudará a la creación e implementación de mejores políticas para la atención de ese universo productivo.
Si bien son conocidos por el nombre técnico de “micronegocios”, estamos hablando de actividades y establecimientos que integran la vida cotidiana de la sociedad. Servicios de peluquería, panaderías y confecciones, restaurantes, jardines escolares integran esta categoría así como vendedores ambulantes, conductores de plataformas, taxistas y mototaxistas, ventas por catálogo y de minutos de celular, entre otros.
El ejercicio de actividades profesionales como los tutores escolares, los médicos, los abogados y los contadores hacen también parte de la medición del Dane.
El año de pandemia -más exactamente entre enero y febrero de 2020- arrasó con unos 509 mil micronegocios en todo el país, una reducción del 8,7 por ciento y mayoritariamente de propiedad femenina.
Hoy son 5,3 millones de pequeños emprendimientos donde el 26 por ciento son de comercio, el 21 por ciento de agricultura, el 10 por ciento de alojamientos y comidas y el 10 por ciento de manufacturas -que incluye panaderías.
Una tercera parte de estos micronegocios son el resultado del emprendimiento por supervivencia y otra tercera parte sí responden a “oportunidades de negocio”. Cabe la pregunta sobre si estos trabajadores a cuenta propia por necesidad deberían integrar los canales de transferencias monetarias que se han reforzado por la pandemia.
Esta fotografía de los microemprendimientos es la imagen de la informalidad. Prácticamente el 80 por ciento de los 5,3 millones son de una sola persona, el 77 por ciento no tienen RUT y casi el 90 por ciento no cuentan con registro de Cámara de Comercio ni aportaron a salud y a pensión.
Que el 57,4 por ciento de los micronegocios tenga más de diez años refleja esta realidad permanente, informal y vulnerable de las unidades productivas más pequeñas de la economía nacional. A lo anterior se añade que la pandemia mantiene al 20 por ciento cerrado temporalmente, el 64,1 por ciento no conoce los apoyos del Gobierno y el 81,8 por ciento no los ha solicitado.
Cabe destacar que el impulso a los domicilios generó un incremento del 6,7 por ciento en los micronegocios de servicios puerta a puerta, muchos de ellos individuales.
Cualquier apuesta por el avance de la formalización empresarial en Colombia pasa por la creación de salidas y políticas públicas sensibles a esta fotografía de los negocios pequeños. Precisamente esta medición hace parte de unas recomendaciones del Conpes 3956. Conocida esta foto, el Gobierno debe destinar apoyos bien diseñados al microemprendimiento.
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